Carta del Obispo D. Gregorio para la Cuaresma 2015
- Detalles
- Categoría: Noticias
- Publicado: 08 Marzo 2015
- Visto: 4690
Muy queridos amigos:
Como bien sabemos el próximo miércoles, participando en el rito sobrio y penitencial de la imposición de la ceniza, los cristianos iniciamos la Cuaresma, que, como nos recuerda el Papa Francisco en su mensaje, es un “tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente”. Este recorrido cuaresmal nos ayuda a redescubrir y recibir de nuevo el amor de Dios por todas sus criaturas, sintiéndonos agraciados, ya que Dios continúa cuidándonos y buscándonos. Ante esto constatamos y vivimos la indiferencia de los hombres hacia el prójimo y hacia Dios; por eso en esta Cuaresma se nos invita a renovarnos haciendo frente a la tentación, presente en los creyentes, de olvidarnos del Señor Dios y de los hermanos.
Como señala el Papa: “Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la muerte y resurrección del Hijo de Dios se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre. Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad”. Por ello los cristianos necesitamos renovarnos para no cerrarnos en nosotros mismos, para lo cual se nos proponen unas orientaciones a nivel eclesial, comunitario y personal. Respecto de la Iglesia, ha de vencer la tentación de la indiferencia revistiéndose de la caridad de Dios, siendo como Jesús, siervo de Dios y de los hombres. Por ello “la Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y llegar a ser como Él”. Esto acontece en la escucha de la Palabra y en la recepción de los sacramentos. Participando en estos dones se consolida la comunión en el único cuerpo de Cristo, de modo que por esta comunión nadie posee sólo para sí, sino para todos los otros miembros.
Con relación a las parroquias y las comunidades, se nos dirige esta interpelación: en la vida de las comunidades cristianas “¿se tiene la experiencia de formar parte de un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos?”. Para orientar su renovación, se indican dos direcciones: unirse a la Iglesia del cielo en la oración, ya que los santos no dieron la espalda a los sufrimientos, sino que vencieron la indiferencia. Y entrar en relación con la sociedad, con los pobres y alejados, sabiéndose enviadas a todos los hombres para llevarlos hasta Dios, con el fin de que “nuestras parroquias y comunidades lleguen a ser islas de misericordia”.
A nivel individual nos corresponde, también, vencer la indiferencia; para esto la renovación cuaresmal supondrá que acentuemos personalmente tres expresiones creyentes: orar en la comunión de la Iglesia terrenal y universal; ayudar con gestos de caridad a los cercanos y a los lejanos; y percibir que el sufrimiento de los otros es una llamada a la conversión, ya que nos recuerda nuestra fragilidad, es decir, nuestra dependencia de Dios y de los hermanos. Esto implica “fortalecer nuestros corazones” para desear un corazón misericordioso, abierto a Dios y entregado por cada persona.
Boletín Iglesia en Zamora, 15 de febrero de 2015.