Tinieblas
Tinieblas
- Detalles
- Categoría: La procesión
- Publicado: 25 Marzo 2011
- Visto: 14320
Hasta que en 1978 se incorpora el coro a la procesión del Viernes de Dolores (hasta ese año tan solo participaba en el acto penitencial del atrio de la Catedral), el único sonido del cortejo era el producido por una especie de pequeñas matracas de madera. Estas matracas estaban formadas por varias tablillas de madera unidas por el extremo superior y producían sonido al hacerlas entre chocar entre si.
Instrumento de la familia de los idiófonos (el sonido se produce por la vibración del propio instrumento) y de origen oriental -aunque conocidas en el mundo romano-, las matracas fueron introducidas en España por los árabes y no siempre tuvieron usos ligados al hecho religioso o ritual. En la liturgia católica se utilizaban para sustituir a las campanas durante los días de la Semana Santa. También para simbolizar la convulsión de la naturaleza que siguió a la muerte de Cristo, en el final del Oficio de Tinieblas, celebrado en la tarde del Miércoles Santo. En el momento de introducirlas en la hermandad, en la Semana Santa de Zamora ya se utilizaban las matracas en la procesión -que precisamente el Miércoles Santo-, celebra la Hermandad de Penitencia.
Quizás por este motivo, o por buscar un mayor efectismo en la procesión, en 1977, las matracas de tablillas van a ser sustituidas por otro instrumento -de usos similares a las matracas-, las carracas o “tinieblas”. Las “tinieblas” de la hermandad, están formadas por la unión central de ocho carracas simples, que son percutidas con una rueda dentada -situada en el centro de unión-, a través de una pequeña manivela. La existencia de varias lengüetas percutidas de forma consecutiva produce un sonido “rasgante”, sordo y prolongado. Habitualmente durante la procesión del Viernes de Dolores se hacen sonar tres veces consecutivas, de tres vueltas cada una.
Se construyeron siguiendo el modelo de las que se utilizaban en el Real Monasterio de Sancti Spiritus, en la ciudad de Toro -de monjas dominicas contemplativas-; una nueva reminiscencia monacal -esta vez femenina-, y toda una casualidad por la coincidencia en la advocación del monasterio con la de la iglesia, sede de la hermandad. No deja de resultar curioso que por la reinterpretación en los usos de algunos elementos litúrgicos –practicada por las cofradías de Semana Santa, especialmente a lo largo del siglo XX-, se produzcan contradicciones como el hecho de que en la procesión del Viernes de Dolores, las carracas coexistan con las campanas, a las que tradicionalmente sustituían durante los días de la Pasión.